Una de las cosas que más
entristece es morir después que tus propios hijos.
Las personas, aunque no lo parezca, estamos
hechas para soportar y aguantar las muertes de nuestros progenitores y demás
familiares mayores; y no para ver cómo se les va la vida de entre las
manos a nuestros hijos delante de nuestros ojos.